William Turner

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Londres, 1775-1851

Joseph Mallord William Turner expresó en sus paisajes la violencia de la naturaleza, en cuya visión grandiosa percibió dramáticamente la pequeñez humana e igualmente, en muchas ocasiones, su heroicidad en su lucha contra el medio hostil. En sus cuadros se puede advertir la presencia divina, explícita en la obsesión casi continua por la luz, en contacto directo y entremezclado con los elementos tierra, aire y fuego.

Romanticismo

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CUADROS EN LIENZO DE TURNER

La técnica de Turner, en evolución continua, resulta abocetada y suelta, y en ella ya se advierte cierto preimpresionismo, que a veces llega a ser una premonición del expresionismo casi abstracto. Usó el tema histórico como pretexto para pintar paisajes, en donde se resalta la incapacidad humana ante los fenómenos naturales. Concedió una importancia capital al colorido. Desdibujando los contornos de las cosas. Pero en muchos de sus cuadros también aparecen representadas las nuevas máquinas de la sociedad industrial, como trenes y barcos a vapor, que narran líricamente ese esfuerzo ciclópeo del hombre por vencer a la naturaleza, al tiempo y al espacio.

Su obra provoca en el espectador la emoción ante la naturaleza, cuyo poder desafía a la razón humana, estableciendo un juego dialéctico entre naturaleza hostil y acogedora, entre hombre y paisaje.

La particular visión de Turner nos muestra al hombre y su sociedad expuestos y a merced de las fuerzas latentes de un cosmos natural que puede llegar a ser terrorífico. Esto lo podemos apreciar en obras como: «Aníbal y su ejército cruzando los Alpes» de 1812 y «Tempestad en la nieve» de 1842. La naturaleza representada por Turner es la expresión romántica de lo sublime.

«Qué terrible es el silencio de lo inmenso, cuando la naturaleza se alza con las montañas al cielo».

Después de su viaje a Italia en 1819, su obra expresará una preocupación exclusiva por el color y la luz que, a partir de ese momento, usará de manera revolucionaria al representar no sólo los autores que reflejan el color, sino los medios por los que el color parece propagarse a través de la atmósfera: niebla, vapor y humo.

Con su obra «Lluvia, vapor y velocidad» de 1844, Turner se convierte en abanderado de la pintura moderna. En esta pintura combinará a la perfección la idea de lo sublime -la naturaleza envolvente- con la técnica industrial -el puente, la locomotora y el vapor- produciéndose la primera expresión de un tema pictórico destinado a tener un gran futuro: la velocidad.

En el Salón de París de 1824 sus obras, junto con las de Constable, tendrán una gran acogida y su influencia se dejará sentir en la pintura romántica francesa, así como en la denominada Escuela de Barbizon, que será la que prepare el camino hacia el impresionismo.

Murió en su casa de Chelsea el 19 de diciembre de 1851. Según su voluntad fue enterrado en la catedral de San Pablo, donde descansaría eternamente al lado de otro gran pintor, Sir Joshua Reynolds.

CUADROS EN LIENZO DE TURNER

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