Urbino, 1483 – Roma, 1520
Raffaello Sanzio, pintor y arquitecto italiano del Alto Renacimiento conocido como Rafael de Urbino o, sencillamente, como Rafael.
Hijo del pintor y humanista Giovanni Santi, quien encaminó los pasos de su hijo en el arte de la pintura y de las ideas filosóficas de ese momento. Al quedar huérfano a la temprana edad de once años, se formó en los talleres de varios artistas, como el de Timoteo Viti, antes de ser enviado a Perugia.
Allí asimila la obra de Pietro Vannucci, más conocido como El Perugino, cuyos ecos los encontramos en obras como «Los desposorios de la Virgen«, donde las figuras aparecen representadas con pequeñas cabezas ovales de delicados rasgos, bajo la influencia del maestro. Muy pronto, el discípulo superaró al maestro, llegando incluso a ser difícil distinguir lo ejecutado por la mano de cada uno de ellos.
El Renacimiento
Posteriormente viajará a Florencia donde beberá de la pintura de Leonardo, de quien toma los recursos técnicos del claroscuro y el sfumato. En su etapa florentina Rafael formula su propio estilo, basado en la síntesis de las enseñanzas de los grandes pintores, dotando a su obra de un acusado equilibrio, elegancia y serenidad. Estos elementos se aprecian en el grupo de Vírgenes (Madonnas), que pintará en Florencia. La pulcritud compositiva de las figuras, que siguen un esquema triangular, junto con el sfumato y la serenidad poética del paisaje, constituyen algunas de las mejores obras del clasicismo y del humanismo cristiano como son «Virgen del jilguero» o la «Sagrada Familia«. En estas obras crea el prototipo iconográfico de la Virgen con el Niño, que va a tener una amplia acogida entre los fieles de todas las épocas, por su sencillez y sensibilidad, alejadas de los complejos conceptos de Miguel Ángel y Leonardo.
Su llegada a Roma en 1508, llamado por el papa, le pone en contacto con el estilo grandioso y monumental de Miguel Ángel. Entre 1509 y 1511 se dedica a pintar la Estancia de la Signatura, en el Palacio Apostólico del Vaticano, verdadera manifestación doctrinal en torno a la concordia entre paganismo y cristianismo, tan característico del humanismo cristiano de Julio II y León X. Rafael trata temas como «La escuela de Atenas», «La disputa del Sacramento«, «Expulsión de Heliodoro«, «El Parnaso» entre otros. Este amplio programa iconográfico pretende afirmar la no contradicción entre la doctrina de la Iglesia y la filosofía y la ciencia de la Antigüedad. Afirmación que se verifica en el presente, pues Rafael sitúa personajes de su tiempo en las escenas doctrinarias e históricas.
En «La escuela de Atenas«, la escena se desarrolla en la Academia de Platón, donde confluyen los mayores filósofos de la antigüedad con rostros de personajes coetáneos de Rafael. Pero además, el espacio de esta Academia no es otro que el proyecto de Bramante para la Basílica de San Pedro, corazón de la cristiandad, que aquí aparece como un verdadero templo de la Sabiduría. La arquitectura construida según las leyes de la perspectiva monofocal, está salpicada de estatuas de dioses de la Antigüedad. Todo ello contribuye a reforzar la idea de concordia y continuidad entre el pasado antiguo y el presente renacentista.
Sabios de la antigüedad vienen representados por los artistas del presente (reivindicación del artista como intelectual). Platón aparece con el rostro de Leonardo. Euclides es Bramante. Heráclito se personifica en Miguel Ángel, y el propio Rafael aparece con birrete negro en un grupo de personas representadas en la derecha del fresco, dónde se sitúa Tolomeo con el globo.
Rafael pintó para Agostino Chigi, el inmensamente rico tesorero del papa, «El triunfo de la Galatea«, y diseñó frescos decorativos para su Villa Farnesina. En una de sus últimas obras, terminada por Giuliano Romano, «La transfiguración«, se superponen dos hechos milagrosos: la transfiguración en el monte Tabor y, a la derecha, la curación de un niño endemoniado que se retuerce. En esta obra incorpora la agitada grandeza de Miguel Ángel con rasgos de crispación y efectos luminosos característicos del manierismo. Las figuras flotantes y móviles, que una atmósfera divina parecen sacudir, anuncian un tipo de representación que alcanzará gran éxito en el barroco.
Tanto la obra de Leonardo como la de Miguel Ángel no encuentran eco por lo que respecta a sus complejos contenidos filosóficos, morales e ideológicos, aunque sí en los puramente formales. En cambio, la obra de Rafael será ampliamente difundida, así como las consecuencias de su último estilo, divulgado por la dispersión de sus discípulos después del Sacco de Roma de 1527. En su pintura integró las influencias de los mejores maestros de su tiempo, resultando un estilo personal que ha marcado a numerosas generaciones de artistas, llegando hasta el Neoclasicismo con Ingres.
El 6 de abril de 1520 fallecería en Roma, debido a unas fiebres, con sólo 37 años. Su funeral fue grandioso y seguido por una gran multitud. Cumpliendo su voluntad, fue enterrado en el Panteón de Roma. La inscripción que queda en su sarcófago de mármol, un pareado elegíaco escrito por Pietro Bembo, dice:
Aquí yace aquel famoso Rafael del cual la naturaleza temió ser conquistada mientras él vivió, y cuando murió, creyó morir juntos