Florencia, 1452-Turena (Francia), 1519
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Formado en el taller florentino de Verrocchio (pintor, escultor y orfebre cuatrocentista), vive la influencia del ambiente neoplatónico de la corte de los Médicis. En su etapa florentina investiga sobre los valores de la luz y la atmósfera. Se da cuenta de que la atmósfera no es transparente, sino que vibra, tiene color y densidad propias. Estas propiedades atmosféricas contribuyen a variar el volumen y el color de los objetos integrándolos y uniéndolos con el medio en el que se ubican. Fue el primero que llenó de aire sus cuadros, haciendo los objetos lejanos menos nítidos y ligeramente azulados.
La importancia que da a la observación de los fenómenos y a la percepción del mundo a través de los sentidos, supone una verdadera culminaciñon de las experiencias renacentistas sobre la naturaleza y el hombre que, en realidad, pone el fundamento de la ciencia moderna. En su Tratado de la Pintura escribe:
«Las verdaderas ciencias son aquellas que la experiencia ha infundido a través de los sentidos (…), para llegar sucesivamente, y por vía de consecuencia cierta, hasta el final, como se demuestra en las primeras matemáticas, o sea, número y medida, (…), sin embargo las ciencias que no han nacido de la experiencia, madre de toda certeza, y que no concluyen con una experiencia conocida, cuyo origen no pasa por alguno de los cinco sentidos, son vanas y están llenas de errores.»
Con este texto se ejemplifica las dos etapas formativas de Leonardo. Una primera, en la que su visión de la naturaleza está dominada por la razón matemática, la perspectiva, la simetría y la proporción; y una segunda, en la que la experiencia concreta define, matiza y corrige el conocimiento teórico, legando así al equilibrio entre pensamiento (teoría) y acción (práctica).
La importancia que concede a los sentidos (como pintor, al de la vista sobre todo), sus extraordinarias dotes de observación y el valor que concede a las propiedades atmosféricas, le llevan progresivamente a una interpretación particular sobre la filosofía y las teorías platónicas, que le suponen el enfrentamiento con la tesis del círculo neoplatónico de Florencia, y especialmente con Botticelli.
En obras como «La Anunciación«, se observa el momento de transición. Aun no abandona del todo los tópicos representativos del Quattrocento, pero en su figura de la Virgen, la luz se funde, gracias al sfumato. Él fue el inventor del sfumato, una técnica a base de aumentar varias capas de pintura extremadamente delicadas, que producía contornos más vaporosos e imprecisos, así como un aspecto de vaguedad y lejanía.
Su última obra del período florentino es «La Adoración de los Magos«, obra inacabada en la que, gracias a la estricta ordenación que la perspectiva monofocal, permite una amalgama y confusión de personajes agitados y en continuo movimiento que no alteran la unidad del conjunto. En estos momentos, Leonardo rompe bruscamente con el círculo neoplatónico florentino rechazando sus ideas esteticistas y su espiritualismo abstracto, cuyo máximo exponente era Botticelli. El arte de Leonardo no es aceptado en Florencia, por lo que ofrece sus servicios de técnico, ingeniero y científico a la corte milanesa de los Sforza.
En Milán trabaja y profundiza en el conocimiento de las ciencias naturales, la anatomía, la ingeniería hidráulica, la música y el urbanismo, realizando descubrimientos extraordinarios en todos los campos, los cuales le valdrán, merecidamente, la fama de hombre universal.
Para él, el arte es un proceso de conocimiento y de investigación más. A partir de él, el dibujo se utiliza como instrumento gráfico para ilustrar los tratados de otras ciencias. También es Leonardo el primero en separar claramente la metodología del arte, de las metodologías de las otras ciencias.
«La última Cena«, fresco que realizó entre 1495-1497, para el refectorio del convento dominico de Santa Maria delle Grazie. No es un fresco tradicional, sino un mural ejecutado al temple y óleo sobre dos capas de preparación de yeso extendidas sobre enlucido. Mide 460 cm. de alto por 880 cm. de ancho. Muchos expertos e historiadores del arte la consideran como una de las mejores obras pictóricas del mundo. Sin embargo, el empleo experimental del óleo sobre yeso seco provocó problemas técnicos que condujeron a su rápido deterioro hacia el año 1500 lo cual provocó numerosas restauraciones. Desde 1726 se llevaron a cabo intentos fallidos de restauración y conservación.
Por otra parte, «La virgen de las Rocas«, constituye uno de sus cuadros más herméticos. El primer plano se configura en torno a la virgen, el ángel y los niños Juan el Bautista y Jesús, en una naturaleza detallista al estilo de los maestros flamencos. El fondo lo dominan las rocas, la caverna y el paisaje brumoso y marino. El sfumato permite la perfecta integración de todas las formas. Sin embargo, existen dos focos luminosos: el del fondo, que unifica el cielo y la abertura de la cueva, y el que ilumina a las figuras del primer plano. La caverna fascina a Leonardo como científico, pero también como filósofo y poeta. En esta obra, lo bello para él ya no es algo concreto y definido por estrictos cánones geométricos, sino algo en perpetuo y continuo movimiento, como la propia naturaleza.
En 1499, Leonardo regresa a Florencia y más tarde trabaja para el rey Francisco I de Francia a cuyo servicio muere.
El mismo concepto de la belleza se encuentra en su obra «La Virgen, santa Ana y el Niño«, pero donde tal vez culmina la poética panteísta de Leonardo y su profundización psicológica es en un retrato: «La Gioconda«. En esta pintura crea el prototipo más importante de retrato, La grandeza y serenidad que este personaje irradia procede, no tanto de su importancia social ni de la riqueza de los vestidos y adornos, sino de su profundidad anímica, de su propia intimidad psicológica que parece moldear su presencia física y, al mismo tiempo, desintegrarse en la naturaleza envolvente, sin que por ello pierda su propia identidad. En esta obra, lo universal y lo particular se conjuntan en una simbiosis perfecta. La naturaleza aparece de nuevo en continuo movimiento en el paisaje que sirve de fondo: ríos que fluyen, brumas y vapores, rocas deshilachadas, juegos de luces y vibraciones de colores. Nada hay permanente, todo está en todo, fundiéndose y transmutándose. En este continuo ser y no ser, hacerse y deshacerse, estriba la belleza. La mujer se integra y forma parte de lo que parece no ser otra cosa que el fondo. Su sonrisa sólo expresa el propio sentimiento del ser humano en perfecto equilibrio con la naturaleza.
Leonardo, el primer artista que no abogaba por una vuelta a los modelos clásicos de la Antigüedad y que rompió la tradición del Quattrocento florentino, inaugurando el camino del arte del siglo XVI, fallecería el 2 de mayo de 1519, en el Castillo de Clos-Lucé (Turena, Francia), a la edad de 67 años. Según su última voluntad, sesenta mendigos siguieron su séquito y fue enterrado en la capilla de san Huberto del Castillo de Amboise en Francia.
Me deleita mucho Leonardo Davinci, su obra Madona Litta me hace profundizar sobre el género de arte que
había en aquel entonces.