Coyoacán, México 1907-1954
Frida Kahlo es la artista mejicana más reconocida internacionalmente, no sólo por sus obras sino también por la leyenda que creó en torno a su figura.
Hablar de Frida Kahlo es hablar de autobiografía pictórica, donde desde la proyección del dolor se convierte en autora de su propia imagen, de sus figuras. La corporalidad estigmatizada erige el sufrimiento del cuerpo que se transforma en objeto de lenguaje.
Surrealismo
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En sus obras intervienen una suma de elementos expresionistas y surrealistas, evidentes estos últimos por la inclusión de elementos fantásticos, visiblemente introspectivos, por la libre utilización del espacio pictórico y por la yuxtaposición de objetos incongruentes que le llevó a relacionarla con este movimiento. El resultado es una muestra claramente autobiográfica, donde representa fundamentalmente su experiencia personal, los aspectos más dolorosos de su vida, que transcurrieron, en gran parte, postrada en una cama. Su dolor, su cuerpo, se convierten en las auténticas fuentes de su arte.
Magdalena Carmen Frida Kahlo Calderón (Frida Kahlo), nació un 6 de julio de 1907 en Coyoacán (México). Era la tercera de las cuatro hijas del matrimonio formado por Matilde Calderón y Guillermo Kahlo, fotógrafo de profesión que llegó a ser el primer fotógrafo oficial del patrimonio cultural nacional de México.
Sobre su niñez Frida siempre la describió maravillosa. A los seis años enfermó de poliomielitis y fue su padre, al que se sentía muy unida, quien se ocupó especialmente de ella durante los nueve meses que estuvo convaleciente.
Fue con su padre, entusiasta pintor aficionado, quien la enseño a utilizar la cámara, a revelar fotos, a retocar y a colorear… experiencias que le serían muy útiles para su pintura.
Un 17 de septiembre de 1925, poco después de haber subido al autobús de Coyoacán, Frida y su amigo de juventud Alejandro Gómez Arias sufrieron un accidente en el camino de la escuela a casa. La colisión del autobús con un tranvía provocó la muerte de varios viajeros. Kahlo resultó gravemente herida y los médicos dudaban que fuera a sobrevivir. Este suceso transformó completamente su vida. La desgracia le obligó a guardar cama durante muchos meses, inmovilizada por el uso de diversos corsés de escayola mientras padecía fuertes dolores en la columna y en el pie derecho. Para matar el aburrimiento y olvidar el dolor, comenzó a pintar:
«Creí tener energía suficiente para hacer cualquier cosa en lugar de estudiar para doctora. Sin prestar mucha atención, empecé a pintar».
«Mi padre tenía desde hacía muchos años una caja de colores al óleo, unos pinceles dentro de una copa vieja y una paleta en un rincón de su tallercito de fotografía. Al estar tanto tiempo en cama, enferma, aproveché la ocasión y se la pedí. Como un niño, a quien se le quita su juguete para dárselo a un hermano enfermo, me la prestó. Mi mamá mandó hacer con un carpintero un caballete que podía acoplarse a la cama donde yo estaba, porque el corset de yeso no me dejaba sentar. Así comencé a pintar mi primer cuadro, el retrato de una amiga mía».
La cama fue cubierta con un baldaquín en cuyo lado inferior había un espejo, de modo que Frida podía verse a sí misma y servirse de modelo. Este fue el comienzo de los numerosos autorretratos que constituyen la mayoría de su obra y de los que hay, casi sin excepciones, en todas las fases de su creación. Un género sobre el que ella diría más tarde:
«Me retrato a mí misma porque paso mucho tiempo sola y porque soy el motivo que mejor conozco».
Los autorretratos la ayudaron a hacerse una idea de su propia persona y a crearla de nuevo tanto en el arte como en la vida, al objeto de encontrar una nueva identidad. Esto podría aclarar por qué los autorretratos acusan diferencias tan minimales. Casi siempre con el mismo rostro máscara, que apenas deja entrever expresiones de sentimientos o estados de ánimo, la artista mira de frente al espectador. Sus ojos, cubiertos por las cejas oscuras, sorprendentemente enérgicas, que se unen sobre el nacimiento de la nariz como alas de pájaro, impresionan por su expresividad.
Para expresar sus fantasías y sentimientos, desarrolló un lenguaje pictórico con vocabulario y sintaxis propios. Utilizó símbolos que han de ser descifrados. Su mensaje no es hermético; las obras han de entenderse como resúmenes metafóricos de experiencias concretas. El fantástico mundo de imágenes que llena los trabajos de Frida Kahlo se remonta, sobre todo, al arte popular mexicano y a la cultura precolombina.
Además, se valió de los retablos populares, de las representaciones de mártires y santos, tan arraigados en las creencias populares. Echó mano de tradiciones que todavía hoy viven en la cotidianidad mexicana, tradiciones que resultan surreales a los europeos. Si bien muchos de sus trabajos contienen elementos surreales y fantásticos, no han de ser calificados de surrealistas, pues en ninguno de ellos se alejó la artista por completo de la realidad. Sus mensajes no son nunca intrascendentes o ilógicos. En ellos se funden, como en tantas obras de arte mexicanas, realidad y fantasía como componentes de la misma realidad.
Hacia finales de 1927 se había restablecido hasta tal punto que podía volver a llevar una vida «normal». Germán de Campo, uno de sus amigos de la época escolar, la introdujo a principios de 1928 en un círculo de gente joven entorno al comunista cubano Julio Antonio Mella. Mella, que vivía exiliado en México, estaba emparejado con la fotógrafa Tina Modotti, a su vez en contacto con artistas progresistas.
Por medio de ella conoció Frida a Diego Rivera. En 1922, tuvo la ocasión de observarlo mientras realizaba su primer mural en el Anfiteatro Simón Bolivar. Admiradora de su obra y su persona, realizó una visita al artista para mostrarle sus propios trabajos y conocer su opinión sobre los mismos.
Su obra impresionó a Rivera que llegó a decir:
«Los lienzos revelaban una desacostumbrada fuerza expresiva, una exposición precisa de los caracteres y auténtica seriedad. Poseían una franqueza fundamental y una personalidad artística propia. Transmitían una sensualidad vital enriquecida mediante una cruel, si bien sensible, capacidad de observación. Para mí era evidente que tenía ante mí a una verdadera artista».
Diego Rivera la animó a continuar con la pintura y fue, a partir de entonces, invitado frecuentemente en casa de los Kahlo, cuando surgió la relación sentimental entre ambos. Frida se convierte en miembro del Partido Comunista de México (PCM), apoyando la lucha de clases armada del pueblo mexicano.
El 21 de agosto de 1929 se casa con Diego Rivera, 21 años mayor que ella. El influjo ideológico de Diego sobre Frida se hace patente en su trabajo, adhiriéndose al grupo de artistas e intelectuales que abogaban por un arte autóctono mexicano. El «mexicanismo» iba a ser expresado sobre todo en la pintura mural de matiz educativo, especialmente apoyada por el estado con el fin de hacer asequible la historia nacional a un gran número de analfabetos y por otro lado, había que revalorizar los elementos del arte popular mexicano e incluirlos en el concepto de tal manera que los objetos del arte popular no fueran únicamente extraídos de su contexto y ser integrados, igualmente, en las obras creadas por los artistas mexicanos.
La obra de Frida exhibe estos influjos que se pueden observar en sus retratos con sencillos ropajes, pendientes coloniales o esos collares de jade que bien remiten a las influencias culturales precolombinas y coloniales. De igual modo, lo apreciamos en el uso de zonas de color amplias y sencillas, plasmadas en un estilo deliberadamente ingenuo y con ciertos retazos metafóricos, a los que se le suma la técnica y temas extraídos del arte popular de su país.
A comienzos de 1930 sufre su primer aborto provocado, a causa de la desfavorable presentación de la extremidad pélvica que había padecido después del grave accidente que sufrió años antes. A finales de ese año, Rivera obtiene el cargo de pintar murales para el San Francisco Stock Exchange y la California School of Fine Arts por lo que la pareja se traslada en noviembre a Estados Unidos. Allí conocería al médico el Dr. Eloesser, en quien depositaría toda su confianza convirtiéndose en su consejero médico hasta su muerte. Durante estos años aumentan los dolores y la deformación de la pierna derecha y quedando embarazada por segunda vez para sufrir, desgraciadamente, otro nuevo aborto. Durante los trece días en el hospital la artista empieza a plasmar la traumática experiencia del aborto en un dibujo a lápiz. Este le serviría más tarde como esbozo para el óleo «Henri Ford Hospital«.
En 1933, una vez finalizado el mural, la pareja Rivera-Kahlo abandona Detroit para trasladarse a Nueva York por un nuevo encargo de Rivera. Tras la estancia de casi tres años en Estados Unidos, Frida empieza a sentir nostalgia por México. Ya en 1932 había reflejado en su obra «Autorretrato en la frontera entre México y Estados Unidos» la añoranza que sentía hacia su tierra.
En 1935 realizó únicamente dos trabajos, de los que «Unos cuantos piquetitos» destaca por su sangrienta exposición. Se trataba de la traducción pictórica de un reportaje periodístico sobre el asesinato por celos de una mujer. Ante esta historia de fondo parece muy probable que refleje el estado psíquico de la artista al descubrir la relación que Rivera mantenía con su hermana Cristina. A mediados de ese año, 1935, se va con dos amigas a Nueva York huyendo de la grave situación con su marido para regresar a finales del mismo año, tras la ruptura de éste con su hermana. Los espíritus se habían calmado, sin que ello implicara que Rivera fuera a renunciar a sus aventuras extramatrimoniales. También Frida, por su parte, comienza a cultivar relaciones con otros hombres y, especialmente en los últimos años, también con mujeres.
El 9 de enero de 1937 arribaron Natalia Sedova y Trotski al puerto de Tampico, donde fueron recibidos por Frida Kahlo. La artista puso a su disposición la «Casa Azul» de la familia Kahlo en Coyoacán, donde los Trotski habitaron hasta abril de 1939. Las dos parejas pasaban muchas horas juntos, y entre Trosski y Frida surgió una corta pero intensa historia de amor que terminó en julio de 1937.
En diciembre de 1933, la pareja regresa a México. Dado que durante el último años en USA apenas había trabajado, ahora, de vuelta a su añorada tierra familiar, era de esperar que Frida se dispusiera a trabajar a fondo en su pintura. Pero problemas de salud le obligaron a nuevas estancias en el hospital y, además, tuvo que someterse a la interrupción de un nuevo embarazo.
En 1938 contactaría con André Breton, que viajó a México a pasar una larga temporada en la casa de la pareja Kahlo-Rivera. Breton, una de las figuras líderes del Surrealismo, había sido enviado a México por el Ministerio de Asuntos Exteriores francés para sostener conferencias. También simpatizaba con la Liga Trotskista. Para él México era la esencia del surrealismo, e interpretaba los trabajos de Frida también como surrealistas. Si bien la propia Kahlo decía claramente
«Yo no pinto sueños… pinto mi realidad»
Gracias al contacto con Breton tuvo, en el mismo año, su primera exposición en el extranjero. La diferencia entre su arte y el de los surrealistas fue apreciada por Bretram D. Wolfe tras esta exposición y que publicó en la revista «Vogue»:
«Aunque Breton (…) le dijera que ella es una surrealista, no fue siguiendo los métodos de esta escuela que ella logró con su estilo (…) Completamente libre de los símbolos freudianos y de la filosofía que parece poseer a los surrealistas, su estilo es una especie de surrealismo «ingenuo» que ella creó para sí misma (…) Mientras que el Surrealismo oficial se ocupa de algo así como sueños, pesadillas y símbolos neuróticos, en la variante de madame Rivera dominan el ingenio y el humor».
En octubre – noviembre tendrá lugar, con gran éxito, la primera exposición individual de Frida en la Galería de Julien Levy, en Nueva York. Dado que Frida no había pintado nunca pensando en el público, le costaba entender que otros pudieran tener interés por sus cuadros. Durante este viaje que realizó sola a Estados Unidos, parece ser que la hizo disfrutar bastante a nivel personal. Aunque no existían indicios, se sospecha que Frida durante esa época se había separado de Diego Rivera. Con desenvoltura filtreaba con sus admiradores e inició una íntima y apasionada relación amorosa con el fotógrafo Nickolas Muray.
De este viaje, la artista obtuvo encargos de algunos de los visitantes que frecuentaron su exposición como el de Clare Boothe Luce, la editora de la revista de moda «Vanity Fair» que le pidió un retrato sobre su amiga Dorothy Hale, una actriz, amiga suya, que se había suicidado en octubre de 1938, arrojándose desde una ventana muy alta del edificio Hampshire House. Así surgió el cuadro «El suicidio de Dorothy Hale». Frida retuvo la escena en diferentes fases de la caída, como en una fotografía expuesta varias veces, y expuso el cadáver sobre una llanura a modo de escenario, separada del rascacielos y situada en primer plano.
En enero de 1939, la artista embarca con destino a París. André Breton quería organizar una exposición en París a principios de año. A su llegada a París, Frida se encontró con que Breton todavía no se había tomado las molestias en cumplir su promesa. Los cuadros estaban retenidos en la aduana, y faltaba aún una galería apropiada. Fue con la ayuda de Marcel Duchamp quien, según Frida Kahlo, consiguió llevar a cabo los preliminares necesarios para la exposición. El 10 de marzo de 1939 fue inaugurada la exposición «Mexique» en la galería Renou-Colle, conocida por su especialización en pintura surrealista. Si el comienzo de su estancia no fue muy afortunada, el resto de los días no fueron mejores. La exposición, llevada a cabo en el trasfondo de la amenazante situación de guerra, no constituyó ningún éxito financiero, aunque sí una crítica muy positiva por la revista «La Fleche», y el museo del Louvre compró uno de los cuadros, el «Autorretrato», siendo ésta la primera obra de un artista mexicano de este siglo en entrar en el museo.
Tras clausurarse la exposición, Frida regresa a México. Cada vez más alejada de Rivera, en el verano de 1939 abandona la casa común en San Ángel retirándose a su casa paterna de Coyoacán. En el otoño siguiente se iniciaron los trámites para el divorcio, que se consumió el 6 de noviembre de 1939.
El autorretrato «Las dos Fridas» muestra una Frida compuesta por dos personalidades, fue terminado poco después del divorcio. En este cuadro reflejó la separación y la crisis matrimonial. La parte de su persona admirada y amada por Rivera, la Frida mexicana con traje de Tehuana, sostiene en la mano un amuleto con el retrato de su marido cuando era niño. A su lado está sentada su otro ego, una Frida cuyo vestido de encaje le hace parecer europea. Los corazones desnudos de ambas están unidos mediante una arteria. Con la pérdida de su amado, la Frida europea perdió también una parte de sí misma. Del corte en la arteria brota sangre, que a duras penas es contenida por una pinza de cirujano. La Frida desairada amenaza con desangrarse.
Durante esta época de soledad, traba Frida muy intensamente. Puesto que no quería aceptar el apoyo económico de Rivera, intentaba ganarse su sustento con la pintura. La nueva independencia de la artista es también rematizada en el «Autorretrato con pelo cortado«. En lugar de con un atuendo femenino, como en la mayoróa de sus retratos, la encontramos aquí vestida con amplio y oscuro traje de caballero. Los largos cabellos acaban de ser cortados con una tijera que aún se encuentra en sus manos. Una de las trenzas reposa sobre su muslo, el resto de los mechones se enredan entre sí, como si tuvieran vida propia, sobre el suelo de toda la habitación, alrededor de las patas y traviesas de las sillas. El verso de una canción escrito en la parte superior revela la razón del hecho: «Mira que si te quise, fue por el pelo. Ahora que estás pelona, ya no te quiero». Frida que, como en el verso, se sentía amada sólo gracias a sus atributos femeninos, decidió deshacerse de ellos y deponer la imagen femenina que de ella se esperaba. Se desembarazó de su pelo, atributo de belleza femenina como ya había hecho en 1934/1935 después de su separación de Rivera.
A finales de 1939 reaparecieron con más intensidad los dolores de la columna y, un hongo en la mano derecha, vino a empeorar la situación. Por consejo del Dr. Eloesser, viajó en septiembre de 1940 a San Francisco para someterse a tratamiento. Como agradecimiento por la terapia, que logró estabilizar su estado de salud, pintó para él el «Autorretrato dedicado al Dr. Eloesser».
Diego de rivera también se encontraba en San Francisco por esta época. Tenía el encargo de pintar un mural para la «Golden Gate International Exposition». Cuando en diciembre propuso a Frida casarse de nuevo, ésta aceptó enseguida. La separación había tenido malas consecuencias para ambos. El 8 de diciembre de 1940, el día del cumpleaños del pintor, se celebró su segundo contrato matrimonial.
Poco después regresó la artista a México. Rivera la siguió en febrero de 1941, una vez terminado su encargo, y se instaló con ella en la «Casa Azul» de Coyoacán. La relación de los esposos había cambiado. Frida había ganado seguridad en sí misma, independencia económica y sexual, y era una pintora reconocida.
En 1942, la antigua Escuela de Escultura dependiente del Ministerio de Cultura, fue transformada en Academia de Arte para pintura plástica. Los alumnos la bautizaron «La Esmeralda». Veinte artistas fueron incorporados al personal docente, entre ellos Frida Kahlo a partir de 1943. Dirigía una clase de pintura en sus doce horas semanales de docencia. El método poco ortodoxo de Frida Kahlo sorprendió a muchos de sus alumnos. No tutelaba a sus alumnos, sino que estimulaba su propio desarrollo y autocrítica. Comentaba los trabajos, pero nunca atacaba directamente el proceso creativo.
Pasados unos meses, Frida se vio obligada por su mal estado de salud a dar sus clases en su casa de Coyoacán. Continuos dolores en la espalda y en el pie la imposibilitaban poder ir a la escuela. Tenía que llevar un corsé de acero que reflejó en su obra de 1944 «La columna rota». Su tronco erguido, abierto por el medio, parece sostenido únicamente por el corsé. Sustituyendo la columna herida de la artista, aparece una columna jónica rota en múlltiples puntos. Sobre su rostro rígido, inmóvil, corren las lágrimas.
En septiembre de 1946 fue galardonada con el Premio Nacional de Pintura con su obra «Moisés». Aunque fuertemente debilitada por la operación sufrida en la columna en junio de ese año, la artista estuvo presente en la entrega de premios y recogió su galardón llena de orgullo.
Le habían aconsejado ponerse en manos de un especialista de Nueva York que podría reforzar su columna vertebral. Fue nuevamente intervenida y poco después de la operación representaría «árbol de la esperanza mantente firme«.
En 1948, se adhiere al de nuevo al Partido Comunista de México (PCM). A finales de estos años cuarenta su salud empeora notablemente. En 1950 fue enviada por nueve meses al hospital ABC de Ciudad de México. A causa de insuficiencia circulatoria en la pierna derecha, cuatros dedos del pie tuvieron que ser amputados. Tras la nueva operaciñon padece una infección que hacía inviable una nueva intervención en la columna. No fue hasta la sexta operación (de un total de siete), que la pintora volvía a estar en condiciones de trabajar de cuatro a cinco horas al día. Sobre la cama fue instalado un caballete especial que le permitía pintar acostada.
Frida Kahlo podía hacer a pie únicamente cortas distancias, y ello sólo con la ayuda de un bastón o de muletas. Acostumbraba a pintar en la cama y, cuando se sentía lo bastante bien, también en el estudio o en el jardín. En los últimos años de su vida realizó pocos retratos. Pintaba casi exclusivamente naturalezas muertas. Si la pintura de Frida se caracterizaba, hacia 1951, por una ejecución técnicamente cuidadosa, una forma de pintar casi miniaturista, en los últimos años, cada vez más, se reflejaba su mal estado de salud también en sus obras. No podía trabajar sin analgésicos, sin el consumo de drogas y es, probablemente, la causa de que su pincelada se torne cada vez más suelta, evasiva, incluso se podría decir, más descuidada.
En 1954, el año de su muerte, por temporadas se veía imposibilitada de pintar. En los últimos días; antes de su muerte, intentó pintar un pequeño paisaje con autorretrato para Diego, pero sólo quedó manchado.
Gravemente enferma de infección pulmonar, Frida Kahlo falleció en la noche del 13 de julio de 1954, siete días después de su 47 cumpleaños. Una embolia pulmonar fue la causa de su muerte. Con las palabras «siento que ya pronto te voy a abandonar» había hecho la noche anterior un regalo a su marido con motivo de las bodas de plata, el 21 de agosto. Las ideas de suicidio que la artista recogió en su diario hacen pensar en una muerte voluntaria. En la última entrada se puede leer:
«Espero alegre la salida… y espero no volver jamás… Frida»
Hasta la tarde del 14 de julio le habían rendido los últimos honores. Seguida de una multitudinaria procesión, su cuerpo fue llevado a través de la ciudad hasta el crematorio. Allí, después de varios discursos de duelo, fue incinerada, según su propio deseo, entre canciones
Sus cenizas se encuentran hoy en día en un jarrón precolombino en la «Casa Azul» que donado por Diego Rivera, fue inaugurado el 12 de julio de 1958 como el Museo de la «Casa Azul», conservando vivo, desde entonces, el recuerdo de la extraordinaria personalidad de Frida Kahlo.