Nueva York, 1960-1988
Neoexpresionismo
- Jean-Michelle Basquiat
- El Graffiti
Su obra se caracteriza por la imagen de la fragmentación acompañada por la presencia y exorcización de fantasmas o el uso de la escritura. Sus referentes más evidentes se encuentran en artistas tales como Dubuffet, Pollock, Twombly.
La contemplación de su arte es impactante, sus cuadros presentan una fragilidad tan tierna como angustiosa, al igual que la ternura y angustia que se desprenden de la propia imagen del artista. En su pintura hay vidas, hay rostros, que a pesar de la intensidad de su tragedia nunca pierden su halo de asombro y de debilidad. No es extraño que Basquiat haya sido comparado por momentos con Rimbaud, el poeta-niño, el poeta torturado e inocente al mismo tiempo, el poeta, también, de precoz muerte. Basquiat y Rimbaud pasaron una temporada en un infierno del que sus obras dan fe con terrible ingenuidad. Su lucha creativa exhala el aroma convulso de la adolescencia en crisis.
En Basquiat, su personal debilidad intenta ser combatida con rasgos hiperbólicos: en el tamaño de sus obras, en la escatología de su discurso y sus temas, en la obsesión escrituraria y expansiva, en su arrogante postura que adopta contra el mundo.
Sus figuras son de un intencionado aprendizaje, de un dibujante fascinado por los recovecos del cuerpo humano y por los estragos de la muerte. Figuras juzgadas por algunos críticos como meras formas desmañadas de grafiti en lugar de imágenes de alta transparencia conceptual que apelan a lo esencial de un discurso, profundo y perplejo: lo sencillo es, por supuesto, lo mas difícil de entender. Esas cuestiones son las que Basquiat plantea con caprichosos grafemas en pos de la ansiada permanencia, son las que rubrica con su corona o su pequeño copyright, brevísima inscripción que se transforman en conjuro personal, hondo e inocente, tal vez, contra el aliento de la muerte. De su propia muerte.